Blog dedicado al estudio de temas constitucionales e históricos, enfocados dentro de la realidad del Perú.

sábado, 17 de diciembre de 2022

Las Bases de la Constitución de 1822.

Bicentenario de la República Peruana.


En los actuales momentos, tan críticos para el país, vale la pena revisar nuestra historia constitucional peruana, para comprender la accidentada génesis de nuestra república. El 20 de septiembre de 1822, el protector San Martín instaló el “Soberano Congreso Constituyente”, y le dejó las riendas del poder, invocando la unión nacional, advirtiendo que de lo contrario, la anarquía devoraría al Perú independiente.

Ilustración del pintor Germán Suárez Vértiz en el reverso de los billetes de 100 soles de oro (emitidos entre 1968 y 1974), representando la sede del primer Congreso Nacional.
Mariano Felipe Paz Soldán apuntaría en 1870: "Inmensa era la responsabilidad que pesaba sobre el primer cuerpo representante del naciente Estado: tenía que crear y organizar todo: San Martin, en la grandeza de su alma y en la pureza de sus intenciones y abnegado patriotismo, dió á los reglamentos y disposiciones que dictó el carácter de provisorios y mientras el Perú legítimamente representado adoptara las leyes que le conviniera".

El primer decreto del Congreso declaró "Que el Congreso Constituyente estaba solemnemente instalado, que la soberanía residía en la Nación y su ejercicio en el Congreso que legítimamente la representa", conforme las palabras de su primer presidente, Francisco Javier de Luna Pizarro. Por ello, el Congreso consideró que no podía legalmente elegir un poder ejecutivo mientras no existiese una Constitución. Pero su solución no dejó de ser polémica, pues, inspirándose en el ejemplo de la revolución francesa, decidió mantener el poder en su seno, confiándolo a una comisión de tres diputados que no tenía otras facultades que sancionar sus resoluciones. El tribuno José Faustino Sánchez Carrión justificó dicha idea, sosteniendo que la presencia de un individuo en el poder le recordaba la figura del rey, añadiendo que tres personas no se unirían para oprimir.

Decreto del 21 de septiembre de 1822 que estableció la Junta Gubernativa del Perú. Firman el decreto, Francisco Javier de Luna Pizarro como presidente del Congreso, y como secretarios José Faustino Sánchez Carrión y Francisco Javier Mariátegui.
(Archivo del Congreso de la República)

Así, la "Junta Gubernativa del Perú" estuvo conformada por el mariscal José de la Mar (nacido en Cuenca en la audiencia quiteña, veterano del ejército realista, hombre honesto y carente de ambiciones personales), el aristócrata Manuel Salazar y Baquíjano (conde de Vista Florida, quien tendría una destacada figuración en la naciente República), y el jurista Felipe Antonio Alvarado (nacido en Salta en el virreinato rioplatense, hermano del general Rudecindo Alvarado, jefe del Ejército). Pese a ello, el poder de la Junta emanaba del Congreso, y sus decisiones debían ser aprobadas por la misma institución, lo que reducía su capacidad de gestión.

Queriendo alejar la posibilidad de un gobierno personalista, el Congreso acabó tomando un curso errado. Paz Soldán juzgó que al entregarse el mando a un "triunvirato inerte", abrió las puertas a la conspiración por parte del activo Riva Agüero. El mismo Riva Agüero, juez y parte en los eventos, bajo el seudónimo de Pruvonena, escribió en las postrimerías de su vida, que lo que debió hacer el Congreso fue dividir los poderes y no reasumirlos en sí, recayendo seguramente el Ejecutivo en alguna persona apta, capaz de concluir la independencia en poco tiempo sin experimentar "la vergüenza de terminarla despues con auxiliares; y la de que estos se hiciesen los amos, y saqueasen, corrompiesen la moral, y envileciesen el pais".

Firmas de los miembros de la Junta Gubernativa del Perú.
(vendido en ebay)

El mismo La Mar estaba incómodo con esta situación. En una carta al general San Martín, el 27 de noviembre, el militar cuencano reconoció considerarse "insuficiente para estar al frente de los negocios (aunque auxiliado de dos dignísimos compañeros, los señores Vistaflorida y Alvarado), he pedido francamente que se me destine a filas, según parezca conveniente", lo que no se concedió por sus problemas de rodilla.

Mariscal José Domingo de la Mar y Cortázar, miembro de la Junta Gubernativa
(retrato del Centro de Estudios Histórico Militares del Perú
).

“El personal de la Junta no era capaz de correjir el vicio fundamental de la institución, porque no habia en ella un hombre que descollara por sus talentos o importancia en el grado necesario para imponerse a sụs compañeros o al Congreso. Por el contrario, dos de sus miembros eran verdaderas nulidades: Alvarado, un comerciante arjentino que habia sido designado para ese puesto solo por ser hermano del jeneral que estaba indicado para mandar la espedicion de Intermedios; i Salazar i Baquíjano, una gran posicion social por su apellido i fortuna, pero sin irradiaciones políticas ni servicios públicos. El único que tenia situacion propia era el jeneral La Mar, pero ofrecia el inconveniente de ser colombiano, i de haber servido hasta mui poco tiempo ántes en el ejército español; así es que ni podia contar con el apoyo del país, ni aspirar al prestijio que estaba reservado a los que se habian ilustrado por sus servicios a la causa de la revolución” (Bulnes).

Medallón con la efigie de Manuel Salazar y Baquíjano en el frontis del Museo del Congreso y de la Inquisición.
(fotografía del autor, 2013)

El maestro Basadre apuntaría que las grandes figuras del Congreso fueron Francisco Javier de Luna Pizarro y José Faustino Sánchez Carrión. Uno era un sacerdote arequipeño, cercano del antiguo obispo Chávez de la Rosa, a quien acompañó a España en la época de las Cortes de Cádiz, de donde emanaba su conocimiento del parlamentarismo, evidenciado en las reglas que dio a sus inexpertos colegas; el otro era un abogado huamachuquino, discípulo de Rodríguez de Mendoza en San Carlos, orador vehemente en defensa de la República, atacando la propuesta monárquica de Monteagudo, del que lo separaba un odio profundo. "No obstante la identidad de sus convicciones, había, en los dos tribunos del Congreso Constituyente notables diferencias. El uno había sido cauto en la época virreinal; el otro, perseguido; el uno tenía la ductilidad del hombre que ha vivido y viajado; el otro, las estridencias de sus revoltosos años de estudiante en San Carlos. Y así también en el Congreso, Luna actuó, mientras Sánchez Carrión habló; Luna dirigió los conciliábulos, mientras Sánchez Carrión entusiasmó a los auditorios; Luna fue presidente y Sánchez Carrión secretario del Congreso; de Luna se recuerda su influencia y de Sánchez Carrión sus producciones; Luna pudo ser comparado con el titiritero que maneja su retablo, y Sánchez Carrión con el ave que enseña su plumaje y su canto".

Estampillas emitidas en 1971, con motivo del sesquicentenario de la Independencia, con los retratos de Luna Pizarro y Sánchez Carrión.
(estampillas a la venta en ebay)

El Congreso se afanó en organizar la nueva República, diseñando la división territorial que hasta hoy persiste: departamentos, provincias y distritos. El trabajo fue distribuido en diferentes comisiones; una de ellas, instalada el 24 de octubre de 1822, se encargó de preparar las bases de la futura Constitución, siendo integrada por el arequipeño Luna Pizarro, el ariqueño Hipólito Unanue, el guayaquileño José Joaquín Olmedo, el limeño Manuel Pérez de Tudela y el lambayecano Justo Figuerola.

Llevados de un espíritu nacionalista, los diputados aprobaron la ley del 4 de noviembre de 1822, según la cual todas las vacantes civiles y eclesiásticas debían ser cubiertas de preferencia por peruanos; otra ley, del 13 de noviembre, establecía lo mismo para las vacantes el ejército y armada. La Junta manifestó que la ley era anti política y generaría conflictos, sobre todo teniendo en cuenta que de sus tres miembros, sólo Salazar y Baquíjano era peruano. Tras dos sesiones secretas a inicios de noviembre, el Congreso incluso hizo saber a la Junta su desconfianza en el ministro de Guerra, coronel Tomás Guido, cercano colaborador del Protector San Martín. Este espíritu, en medio de los preparativos para una próxima expedición patriota, llevaría a Nemesio Vargas a juzgar que: “La expedición á Intermedios no fué contra los españoles, sino la tentativa que se hizo [por parte del Congreso] para conservar el poder. Era menester perder la última esperanza de independizarnos con elementos propios, antes de apelar á los ajenos”.

Una de las motivaciones del Congreso era la erradicación de la idea monárquica que el odiado ministro de San Martín, Bernardo de Monteagudo, había propiciado. Así, el 4 de noviembre promulgó una amplia amnistía, excluyendo únicamente a Monteagudo. Luego, el 22 de noviembre, canceló los poderes de los comisionados García del Río y Paroissien, enviados por San Martín con el propósito de buscar un monarca para el Perú.

Sin embargo, la medida más contundente se plasmó en la sesión del 16 de diciembre de 1822, sesión presidida por Juan Antonio de Andueza. Se trataba de la aprobación de las “Bases de la Constitución Política de la República Peruana”, documento que fue promulgado por la Junta Gubernativa al día siguiente. En sus 24 artículos, las Bases recogían los principios “más adecuados para establecer las relaciones entre los ciudadanos y funcionarios del Poder Nacional, con arreglo a los derechos, obligaciones y facultades respectivas”.

Con las Bases de la Constitución de 1822, se desechó la idea de una monarquía constitucional peruana. Por ello, se puede afirmar que la República en el Perú nació realmente con la promulgación de las Bases; no es de sorprender que el maestro Jorge Basadre utilizase el año 1822 como punto de arranque de su Historia de la República.

Por ello, el doctor Domingo García Belaúnde afirmó que las Bases de 1822 “es, si se quiere, el documento fundacional del nuevo estado constitucional peruano, pues aquí se sentaron, por vez primera, los principios relacionados con la organización de los poderes del Estado y la defensa de los derechos individuales, acorde con la filosofía liberal e  iluminista predominante de entonces”.

Así, todas las provincias del Perú reunidas en un solo cuerpo formarían la Nación Peruana, bajo la denominación de “República Peruana” (que se mantuvo hasta 1979). La soberanía residía en la Nación, independiente de la Monarquía Española, y de toda dominación extranjera, y no podía ser patrimonio de ninguna persona o familia, con lo desechaba definitivamente la idea monárquica, definiendo al Gobierno como popular y representativo.

Las Bases declararon que la religión del Estado sería la Católica, Apostólica y Romana, "con exclusión del ejercicio de cualquier otra confesión religiosa", adición realizada por Justo Figuerola (con el argumento de aún no estar lista la población peruana para aceptar la libertad de culto, como lo habría evidenciado el que la discusión se filtrase a la calle, juntándose firmas entre la población, como denunció Francisco Javier Mariátegui en la sesión del 2 de diciembre). Este artículo, el 5.°, sería objeto de observaciones al momento de votar la aprobación de las Bases el 16 de diciembre. Representantes como Mariátegui, Manuel Ferreyros, José Pezet y José Joaquín de Olmedo se manifestaron de acuerdo en todo con las Bases, "menos en la intolerancia religiosa"; inclusive representantes pertenecientes al clero, como el caso de Toribio Rodríguez de Mendoza y Luna Pizarro, manifestaron "no admitir la intolerancia religiosa". Pero la mayoría de votos aceptó la exclusividad de la religión católica en el Perú.

Según las Bases, la Nación elaboraría su Constitución y sus leyes por medio de sus representantes, debiendo ser ratificada por un Congreso General, compuesto de los diputados de las provincias libres, y de todas las que serían desocupadas por el ejército realista. Todos los ciudadanos tenían el derecho a voto, fundando la representación en base a la población, principio que se abandonaría en 1860.

En materia de derechos, las Bases de 1822 establecían que la nueva Constitución protegería la libertad de los ciudadanos, la libertad de imprenta, la seguridad personal y la del domicilio, la inviolabilidad de las propiedades y del secreto de las cartas, la igualdad ante la ley “ya premie, ya castigue”, el reparto equitativo de las contribuciones y cargas públicas según las facultades de cada uno, el derecho individual de presentar peticiones o recursos al Congreso o al Gobierno; y la abolición de toda confiscación de bienes, de todas las penas crueles, de la infamia trascendental, de los empleos y privilegios hereditarios, y del comercio de negros. Además, las Bases declaraban el derecho de todo peruano a la educación, encargando al Congreso la misión de disponer lo conveniente para la instrucción primaria y las de bellas artes y ciencias.

Las Bases declaraban que el principio más necesario para establecer y conservar la libertad del Perú era “la división de las tres principales funciones del poder nacional, llamadas comunmente tres poderes, que deben deslindarse, haciéndolas independientes unas de otras en cuanto sea dable”.

El Poder Legislativo era unicameral, concentrando el monopolio de la iniciativa de las leyes y de la creación de impuestos. Los diputados serían inviolables e irresponsables por sus opiniones. Si bien se proponía un "Senado Central", este sólo tendría funciones administrativas.

El ejercicio del Poder Ejecutivo no sería ni vitalicio ni hereditario. Quienes ejercieran el Poder Ejecutivo y los Ministros de Estado eran responsables solidarios por las resoluciones tomadas en común, y cada Ministro en particular por los actos de sus despachos.

El Poder Judicial (que al igual que en el Estatuto sanmartiniano de 1821, era denominado “Judiciario”) sería independiente, garantizando la inamovilidad de sus jueces, estableciendo el juicio público y con jurados.

Tales fueron las Bases de la Constitución, un texto doctrinario, liberal mas no radical, defensor de la soberanía popular y de los derechos individuales. La Junta se preocupó de establecer el mecanismo de la juramentación de las Bases, continuando la costumbre hispánica de la jura: primero se juraba a cada nuevo rey (siendo la última ocasión la jura de Fernando VII el 13 de octubre de 1808), luego (buscando mantener el ceremonial tradicional y las innovaciones liberales) se juró la Constitución de Cádiz (13 de octubre de 1812), seguida por la proclamación y jura de la independencia (28 de julio de 1821).

El 17 de diciembre de 1822, la Suprema Junta Gubernativa promulgó las Bases de la Constitución, estableciendo los lineamientos para su jura en las provincias.

Habría que mencionar, que al día siguiente, en sesión del 18 de diciembre de 1822, la Junta Gubernativa envió un oficio al Congreso relativo "a que habiendo concedido el Gobierno provisorio los títulos de ciudad a las poblaciones de Lambayeque y Huamachuco, ponía esta conseción en conocimiento de la Soberanía, a fin de que se sirviese confirmarlos, o resolver lo que fuese de su Soberano agrado, y el Congreso en consideración a los eminentes servicios que ambas poblaciones han prestado en favor de la Independencia las confirmó inmediatamente".

Ley del 18 de diciembre de 1822, confirmando el título provisional de ciudad, a la población de Lambayeque, con el renombre de generosa y benemérita.
(Archivo Digital de la Legislación Peruana
) 

Las autoridades lambayecanas se enteraron dichas normas a principios del año siguiente. A las 11 de la mañana del viernes 17 de enero de 1823, sesionó el personal de la Municipalidad de Lambayeque, bajo la presidencia del alcalde de primera nominación, coronel Baltazar Muro de Rojas. Delante de las autoridades reunidas, se procedió a abrir los pliegos de las órdenes recibidas. Al enterarse de la confirmación del título de ciudad, se acordó dar al Congreso "las mas espresivas gracias á nombre de los ciudadanos que representan". En cuanto a la jura de las Bases de la Constitución, se programó la realización de tal ceremonia en la Sala Consistorial a las 9 de la mañana del domingo 19 de enero de 1823.

Inauguración del busto del prócer de la independencia, coronel Baltazar Muro de Rojas, en la plaza de Ferreñafe, el 11 de diciembre de 2022.
(cortesía Alfredo Muro Flores)

Sin embargo, el horizonte para la causa patriota se volvió crítico a inicios de 1823, pues mientras el Congreso Constituyente se dedicaba a una intensa labor legislativa, descuidaba la continuación de la guerra contra los realistas. Los problemas en la organización de la campaña militar en el sur, la falta de autoridad de la Junta, la ceguera del Congreso, y las  contundentes derrotas independentistas en Torata y Moquegua en enero de 1823, terminarían por precipitar lo que el maestro Basadre denominaría el “primer choque entre Parlamentarismo y Militarismo”. Y en lo que sería un ominoso presagio para la estabilidad de la nueva República, el primer presidente del Perú, José de la Riva-Agüero, llegaría a tan alto cargo a través de un golpe de estado.

FUENTES CONSULTADAS.

  • Altuve-Febres Lores, Fernán (2003). La fiesta de la fidelidad. Las juras reales en los reinos del Perú. Revista Chilena de Historia del Derecho, (19), 47-62.
  • Basadre Grohmann, Jorge (2005). Historia de la República del Perú 1822-1933 (tomo 1). Lima: Editora El Comercio.
  • Bulnes, Gonzalo (1897). Últimas campañas de la independencia del Perú (1822-1826). Santiago de Chile: Imprenta y Encuadernadora Barcelona.
  • Colección Documental de la Independencia del Perú (1973-1975). Primer Congreso Constituyente (3 volúmenes). Lima: Comisión Nacional del Sesquicentenario de la Independencia del Perú.
  • D'Medina, Eugenio (2019). Faustino. Pragmatismo y utopía en el republicanismo liberal de Sánchez Carrión. Lima: Fondo Editorial del Congreso del Perú.
  • Gálvez, José Francisco (2002). La política como pasión. Breve historia del Congreso de la República (1822-1968). Lima: Fondo Editorial del Congreso del Perú.
  • García Belaunde, Domingo (1990). El constitucionalismo peruano en la presente centuria. Derecho PUCP, (43-44), 59-101.
  • Hernández García, Elizabeth (2019). José de la Riva Agüero y Sánchez Boquete (1783 - 1858). Primer Presidente del Perú. Lima: Fondo Editorial del Congreso del Perú.
  • Mariátegui, Francisco Javier (1869). Anotaciones a la Historia del Perú independiente de don Mariano F. Paz-Soldán. Lima: Imprenta de El Nacional.
  • Mazzeo, Cristina (2019). Francisco Javier Mariátegui. Liberal, constitucionalista y republicano (1793-1884). Lima: Fondo Editorial del Congreso del Perú.
  • Obin, M. J. y Aranda, R. (1895). Anales parlamentarios del Perú. Lima: Imprenta del Estado.
  • Paz Soldán, Mariano Felipe (1870). Historia del Perú independiente: Segundo período, 1822-1827 (tomo I). El Havre: Imprenta de Alfonso Lemale.
  • Pruvonena, P. (1858). Memorias y documentos para la historia de la independencia del Perú y causas del mal éxito que ha tenido ésta (tomo I). París: Librería de Garnier Hermanos
  • Vargas Ugarte, Rubén (1971). Historia general del Perú (tomo VI). Lima: Editorial Milla Bartres.
  • Villanueva, Carmen (2016). Francisco Javier de Luna Pizarro: parlamentario y primer Presidente del Congreso Peruano. Lima: Fondo Editorial del Congreso del Perú.

sábado, 8 de octubre de 2022

Los héroes lambayecanos del "Huáscar"

Este artículo fue publicado originalmente en el Semanario "Expresión" en el mes de abril de 2018; queremos compartirlo (con algunos detalles adicionales) en un aniversario más de la epopeya de Angamos.

Monumento de mármol que fue instalado en 1895 en la plazuela Elías Aguirre de Chiclayo, trasladado en 1924 (al instalarse el monumento actual) a la sede de la Sociedad Obreros de la Unión en la que fue la casa natal del marino chiclayano.
(fotografía del autor)
El 10 de abril de 1948, hace setenta años, fallecía humildemente el grumete Alberto Medina, el último superviviente de la plana menor del legendario monitor “Huáscar”. Trece años después, en 1961, fallecía Manuel Elías Bonnemaison, el último superviviente del “Huáscar”, quien asistió a la campaña naval como guardiamarina. Queremos aprovechar el aniversario de la muerte de Medina, para brindar algunos apuntes sobre los veteranos del “Huáscar”, aquel monitor que se agiganta en nuestra memoria al paso de los años, en feliz frase del presidente Bustamante y Rivero.

El combate de Angamos, según un grabado de la época.
(revista "La Ilustración Española y Americana", noviembre de 1879)
Normalmente, de la nómina de tripulantes del monitor “Huáscar”, el departamento de Lambayeque recuerda al capitán de corbeta Elías Aguirre Romero (1843-1879) y al teniente primero Diego Ferré Sosa (1844-1879), caídos en Angamos y sepultados con los debidos honores en la Cripta de los Héroes. Pero se puede ampliar la lista de lambayecanos que navegaron bajo la insignia del contralmirante Grau, con tres tripulantes rescatados del olvido por la acuciosa pluma del investigador Manuel Zanutelli Rosas.

  • Hijo natural, Tomás de Aquino Esteves nació en 1835 en Pacasmayo (hasta 1864, Pacasmayo formó parte de la provincia de Chiclayo). Desde joven, se enroló en la marina de guerra, combatiendo en Abtao (1866), y luego en la campaña naval. Sobrevivió a Angamos, y ante la virtual desaparición de nuestra marina, debió dedicarse al pequeño comercio. Falleció a los 84 años en febrero de 1919.
  • El caso del grumete José Encarnación Mantilla es triste teniendo en cuenta su breve vida. Nacido en 1861 en el puerto de San José, son pocos los datos sobre Mantilla. Enrolado como grumete en el monitor, sirvió en la torre Coles del monitor, puesto en el que sucumbió en Angamos, con apenas dieciocho años. Su madre, Petronila Gamarra, presentó la solicitud para cobrar la pensión por el sacrificio de su hijo.
  • Darío San Ginés era parte de los “buitres” de la Columna “Constitución”, fuerza de infantería de marina embarcada en el monitor, compuesta mayoritariamente por negros y zambos, de donde se desprende la denominación. San Ginés sobrevivió a la guerra, pasando a residir en Eten, de donde presumimos era oriundo. En 1912, solicitó al gobierno una pensión, la cual le fue denegada por no estar en servicio.

El paso del tiempo transcurrió inexorable para los veteranos del monitor, los que debieron subsistir en un país empobrecido y dolido luego de la derrota. Debieron indignarse ante el gesto del dictador Nicolás de Piérola al nombrar al almirante Grau, su heroico jefe, como un héroe de segunda clase en 1880, y luego en 1897, con su gesto de alabar al comandante del “Huáscar”. Año a año, acudían a las ceremonias, luciendo con orgullo sus uniformes; otros acudían con los modestos trajes de diario (como se puede apreciar en la imagen inferior). La muerte reducía con el tiempo las filas de los sobrevivientes. Personas de modesto nivel social, los veteranos de la guerra se hundieron en el anonimato. Otras veces eran ninguneados por la fría burocracia, cuando reclamaban la modesta pensión con la que este país de gentes ingratas les reconocía sus esfuerzos y sufrimientos. Y muchas veces, debido a la pobreza del Estado en reconstrucción, tal pensión era sumamente irrisoria: por ejemplo, la madre del marinero Aparicio Robles, caído en Angamos, recibió una pensión de 4 soles de plata con 50 centavos.

El capitán de fragata José Leónidas Rivadeneira reunido con cinco sobrevivientes de la corbeta "Unión" en la Municipalidad de Chiclayo, el 27 de julio de 1934, centenario del nacimiento del almirante Grau.
(Archivo Histórico y Biblioteca Central de Marina)
En diciembre de 1910, por Resolución Legislativa N.º 1357, se dispuso el pago de haberes a “los individuos de la tripulación y guarnición ó que, por contrata especial, hubiesen asistido al combate de Angamos, á bordo del monitor “Huascar””. En noviembre de 1917, otra Resolución Legislativa, la N.º 2509, ordenó expedir cédulas para “los tripulantes del Monitor “Huascar” don Manuel Mejía, don Eduardo Price, don Faustino Colán, don Eleodoro Dávila, don Ramón Galicia, don Ramón Tejada, don Tomás Estevez, don José Velásquez, don Alberto Medina, don José Santos Calderón y don Modesto Ruidias”. Diez años después, en abril de 1927, por Ley N.º 5802, se concedió una gratificación de 25% sobre “sus haberes o pensiones, a los sobrevivientes que a bordo del “Huáscar” o de la corbeta “Unión”, hubiesen asistido a alguno de los combates mantenidos por esos barcos durante la guerra de 1879”, otorgando a los veteranos del monitor el derecho a una medalla (de oro, si hubiesen asistido a toda la campaña de 1879; de plata, si sólo concurrieron a algún combate).

"El señor Leguía rodeado de los sobrevivientes del combate de Angamos que fueron a saludarlo".
Con esta leyenda, el semanario limeño "Sudamérica" en su edición del 15 de febrero de 1919,publicó esta célebre fotografía, cubriendo el regreso de Leguía al Perú para postular a la presidencia por segunda ocasión.
(colección Eduardo Dargent Chamot)
Meses después, en julio de 1927, el Centro Naval del Perú, en un gesto de justicia con aquellos valientes y con la epopeya que representaban, decidió incorporar como socios honorarios de la institución a los jefes, oficiales y tripulantes que estuvieron presentes en Angamos. Apenas si quedaban vivos un jefe (Manuel Melitón Carvajal), un oficial (Manuel Elías Bonnemaison), y cuatro tripulantes (Francisco Ramos Spiell, Faustino Colán, Alberto Medina y José Santos Calderón). Y cuando el 28 de octubre de 1946, la gratitud nacional inauguró el monumento al almirante Grau en Lima, sólo acudieron dos de los veteranos de Angamos: el grumete Alberto Medina, sujetando aún el estandarte rojiblanco, y el antiguo guardiamarina Bonnemaison.

Composición alegórica mostrando a los héroes del "Huáscar".
En el centro, el contralmirante Miguel Grau, flanqueado por el capitán de fragata Manuel Melitón Carvajal y el capitán de corbeta Elías Aguirre.
En la sección izquierda, se destaca el teniente primero José Melitón Rodríguez. La primera columna muestra, de arriba a abajo, al teniente segundo Jorge Velarde (muerto en el combate de Iquique), al alférez de fragata Ricardo Herrera y al cirujano mayor Santiago Távara. La segunda columna al teniente primero Pedro Gárezon, al teniente segundo Gervasio Santillana y al teniente segundo Fermín Diez Canseco.
En la sección derecha, se destaca el teniente segundo Enrique Palacios. La primera columna muestra al teniente segundo Carlos de los Heros (muerto en el combate de Antofagasta), al sargento mayor José M. Ugarteche y al sargento primero Francisco Retes. La segunda columna al teniente primero Diego Ferré, al contador Juan Alfaro y al cirujano de primera clase Felipe Rotalde.
(Museos Navales del Perú)

Sirvan estas líneas en homenaje a aquellos marinos, de distintas culturas y razas, que combatieron por el Perú, que fueron homenajeados a la hora de los discursos, que sufrieron el olvido del Estado y luego la indiferencia de la posteridad. Aunque tarde, vale la pena rescatar su memoria.

El "Huáscar" y la "Unión" en alta mar.
(Museos Navales del Perú)

viernes, 7 de octubre de 2022

Germán Leguía y Martínez, el "Tigre"

Poeta, historiador y político.


Una de los intelectuales más notables de las primeras décadas del siglo XX peruano, fue sin duda, Germán Leguía y Martínez. Sin embargo, su faceta literaria e histórica quedó postergada ante su dedicación a la magistratura y a la política, actuación vinculada, con luces y sombras, a la figura de su primo hermano, el presidente Augusto B. Leguía. “De alta estatura, ligeramente encorvado, tenía unos ojos penetrantes y burlones tras de las gafas de dorado arco; el bigote le caía canoso y desigual sobre la boca sarcástica; peinaba con raya a un lado, y lucía un pabellón sobre el lado derecho. Su apodo era el de “El Tigre”, robado a Clemenceau”, lo describiría Luis Alberto Sánchez.


Retrato de Germán Leguía y Martínez a fines de los años 1880.
(revista "El Perú Ilustrado", septiembre de 1890)

Bisnieto de un burócrata virreinal, nieto de un prócer de la independencia, hijo de un magistrado itinerante, Germán Leguía y Martínez nació en Lambayeque en abril de 1861. Huérfano de madre a tierna edad, acompañó a su padre en sus cargos judiciales en Lambayeque y Cajamarca. Pese a ello, su afecto por Lambayeque fue intenso, como lo expresaría en uno de sus poemas: “¡Oh Lambayeque, Lambayeque amado, que guardas de mi madre los despojos; [...] áureo sol, aire puro, suelo amigo, yo os amo, yo os venero, yo os bendigo!”.

El literato.

Germán estudió derecho en San Marcos, pero por motivos de salud, volvió a Cajamarca, donde desde la tribuna de los periódicos "La Juventud" primero, y "La Locomotora" después, junto con su amigo Pedro Centurión, se opuso al caciquismo de Miguel Iglesias. En marzo de 1877, Leguía y Centurión sufrieron un ataque en la inauguración de una sociedad de instrucción popular, siendo Centurión ultimado a palos y quedando Leguía contuso, por lo que se vio forzado a dejar Cajamarca.

De regreso a Lima, el joven se hizo conocido con su “Canto a mi Patria”, declamado en el salón de actos de la Universidad en julio de 1879, en los primeros meses de la guerra con Chile; el ministro de Justicia e Instrucción, Mariano Felipe Paz-Soldán costeó la impresión de este poema. Nombrado secretario adscrito a la legación peruana en Quito en 1880, retornó al Perú, desarrollando una activa labor en Lambayeque entre 1883 y 1887: fundó un colegio secundario, el "Instituto Lambayeque", editó el periódico "El Fénix" y escribió el drama “La Calumnia” (estrenada en el Teatro Olimpo en 1891), además de corregir una “leyenda dramática” titulada “El Manchay-Puito” (concluida en 1887, publicada en 1908). También contrajo matrimonio con doña Francisca Iturregui y Martínez, con quien tuvo descendencia; uno de sus hijos sería el prematuramente fallecido historiador Jorge Guillermo Leguía.

Portada de las "Poesías" de Germán Leguía y Martínez.

La obra literaria inicial de Leguía y Martínez fue poética, género romántico por excelencia. Cantó al sentimiento patrio (“Canto a mi Patria”, “8 de Octubre”, “Á los héroes del Huáscar, á los vencedores de Tarapacá y á los mártires de Arica”, “Tacna y Arica”, “Á la Juventus peruana, en la repatriación de los restos de sus héroes”), a la naturaleza del terruño (“Impresiones de un viaje”, “Á orillas del mar”, “En una noche de luna”, “Á orillas del Lambayeque”, “Á Lambayeque”), al afecto familiar (“Dedicatoria a mi padre”, “Á mi hermana, en su cumpleaños”), al amor (“Su retrato”, “Ensueño”, “Tu amor y el mío”, “El primer beso”, “Así te quiero más”), a los hombres ilustres de su tiempo (“En la muerte de Carlos Heros”, “Lorente”, “En la muerte del Dr. Paz Soldán”, ”Á Wenceslao Valera”, “Á Jorge Isaacs”). Algunos de estos poemas fueron publicados en la célebre revista "El Perú Ilustrado", y posteriormente serían compilados en un volumen de "Poesías", publicado en 1893.

Autógrafo de Germán Leguía y Martínez en el álbum de Juana Rosa de Amézaga.
(Biblioteca Nacional del Perú)
Paulatinamente transitó a un cierto realismo, evidenciado en la prosa vívida de sus textos históricos. En sus inicios literarios, Leguía y Martínez tuvo como ejemplo a seguir al tradicionalista Ricardo Palma, cuyos consejos fueron claves en la depuración de su estilo. Sin embargo, con los años, don Germán se acercó a la prédica de don Manuel González Prada, siendo quien lo propuso en 1912 para ejercer la dirección de la Biblioteca Nacional ante la renuncia del “bibliotecario mendigo”.
Carta de Germán Leguía y Martínez a don Ricardo Palma, de agosto de 1881, agradeciéndole las observaciones a su obra "El Manchay-Puito".
(Biblioteca Nacional del Perú)

El historiador.

Germán Leguía y Martínez leyendo su "Elogio a Bolívar" en julio de 1921.
("El Perú en el primer Centenario de su Independencia", 1922)

Trabajador infatigable, Germán Leguía y Martínez aprovechó cada uno de sus diversos destinos para entregarse a la labor investigadora, tanto en la esfera jurídica como en el estudio histórico. Cuando dejó la prefectura de Piura, llevaba los primeros apuntes de su “Diccionario geográfico, histórico, estadístico del departamento de Piura”, editado en 1914, del que solo apareció el primer volumen. Cuando terminó su magistratura en Arequipa, había iniciado la redacción de su ambiciosa “Historia de Arequipa”, de la que sólo se editaron los dos primeros volúmenes en 1912 y 1914.

Desde la vocalía suprema, Leguía y Martínez intentó actualizar el monumental diccionario de García Calderón con su inconcluso “Nuevo diccionario de la legislación peruana”, del que se publicaron solo dos volúmenes en 1914 y 1921; con el detallismo que empleó, juzgó Basadre, quizá la obra completa habría requerido más de cincuenta volúmenes. Durante su destierro, don Germán logró concluir su “Diccionario de legislación criminal del Perú”, publicado póstumamente en 1931.

Habría que mencionar que don Germán trabó amistad con el célebre investigador alemán Hans Heinrich Brüning. Sin duda, se conocieron en los años 1880, e intercambiaron información sobre el pasado lambayecano. Cuando un anciano Brüning, abrumado por las dificultades, decidió vender su colección y la ofreció al Estado; la angustia por el destino del trabajo de su vida lo abrumó, como se manifestó en la correspondencia con intelectuales como Victor Larco Herrera y Julio C. Tello.  En enero de 1921, escribió a don Germán, para pedir sus buenos oficios ante su primo don Augusto, para lograr concluir la transacción con el Estado para la entrega de su colección. Todo ello cristalizaría en el Decreto N.º 16550 del Ministerio de Instrucción Pública del 10 de julio de 1921, que creó el primer museo regional estatal en el norte peruano, el llamado Museo Brüning.

Facsímil del manuscrito original de la “Historia de la emancipación del Perú, el protectorado”.
(Comisión Nacional del Sesquicentenario de la Independencia del Perú) 

Pero la principal obra de don Germán fue la “Historia de la emancipación del Perú, el protectorado”. Este trabajo, escrito a mano en cien cuadernos con un total de 9207 hojas, sería publicada póstumamente en siete volúmenes por la Comisión Nacional del Sesquicentenario de la Independencia en 1971. Su intención era analizar el paso de San Martín por el Perú, rescatando del olvido el esfuerzo peruano en la lucha por la Independencia, como un paso inicial de una historia integral de la República, idea que deja entrever en algunas de las páginas de esta obra y en las últimas anotaciones en su manuscrito. Sin embargo, el tiempo y las actividades a las que don Germán se dedicó, le impidieron llegar a la época bolivariana; no obstante, fue notable el "Elogio a Bolívar" que declamó durante las celebraciones del Centenario en 1921, y que le mereció un voto de aplauso del Senado. Es de destacar el estilo vigoroso de la prosa de Leguía y Martínez, su utilización de fuentes directas (es por ejemplo, la fuente que dio a conocer el acta del pueblo llano y bajo de Lambayeque del 31 de diciembre de 1820) y de la tradición oral que aún se conservaba. Su visión patriótica hacía que por momentos no fuese secamente objetivo, justificando el calificativo de “historiador romántico” dado por Raúl Porras, lo que desde luego no desmerece su trabajo.

El magistrado y político.

En 1887, Leguía y Martínez desempeñó algunos cargos en Lambayeque: fue representante de San José en el Concejo Provincial y miembro de la Sociedad de Beneficencia local. Poco después, se trasladó a Lima, estableciendo su hogar en la calle de Juan Pablo N.º 671 (actual cuadra sexta del jirón Azángaro), culminando sus estudios en San Marcos y trabajando en la Cancillería. A la par, entró en el Círculo Literario fundado por el vehemente don Manuel González Prada. Años después, la viuda de González Prada recordaría al círculo de intelectuales que formaron dicho círculo, y que darían pie a un intento de partido llamado Unión Nacional. Mientras criticaba a los altisonantes y vehementes, doña Adriana apuntaría que "Germán Leguía y Martínez, Eduardo Lavergne y el doctor Gregorio Mercado, formaban el núcleo serio que dejaba hablar, pelear y batallar a los jóvenes".

Retrato de Germán Leguía y Martínez durante su período parlamentario.
(revista "Ilustración Peruana", septiembre de 1909)

No es de sorprender que al ser electo diputado en 1895, Germán Leguía y Martínez fuese un combativo opositor al gobierno de Nicolás de Piérola, encabezando la censura al gabinete de Antonio Bentín (noviembre de 1895), defendiendo la reforma electoral y oponiéndose a la reforma constitucional que promovía la creación de un Consejo de Estado (1896). Con González Prada apartado del escenario político, Germán Leguía y Martínez optó por apoyar la fundación del Partido Liberal en 1902, grupo "a la derecha de la exangüe Unión Nacional y a la izquierda del declinante Partido Demócrata", formando parte de su primera junta directiva.

De izquierda a derecha, Rafael Villanueva (presidente del Senado), Augusto B. Leguía (presidente de la República), Juan de Dios Salazar y Oyarzábal (presidente de la Cámara de Diputados) y Germán Leguía y Martínez (ministro de Relaciones Exteriores), escuchando el discurso del Dr. Aníbal Maúrtua durante la inauguración de las obras de canalización del Rímac.
(revista "Variedades", septiembre de 1912)

Dedicado al foro y a la docencia, fue nombrado prefecto de Piura en 1905, impulsando iniciativas patrióticas como el reconocimiento de la casa natal del almirante Miguel Grau. De allí, pasó a la magistratura, como su padre: vocal superior en Arequipa en 1908 y vocal superior en Lima en 1909. Luego don Germán desempeñó cargos diplomáticos durante el primer gobierno de su primo hermano Augusto: ministro en Ecuador en la crisis diplomática de 1910, y ministro de Relaciones Exteriores en 1911, tras lo cual fue designado vocal de la Corte Suprema en 1912; Clemente Palma criticaría acremente su nombramiento. En ese cargo, votó de forma singular, acusando al coronel Oscar R. Benavides, presidente provisorio de la República, del cobarde asesinato del general Enrique Varela, presidente del Consejo de Ministros y ministro de Guerra, durante los hechos del pronunciamiento militar de febrero de 1914.

Retrato de Germán Leguía y Martínez durante su vocalía suprema.
Su momento de mayor figuración (y mayor polémica) fue durante el “Oncenio” de su primo Augusto B. Leguía, siendo ministro de Gobierno y presidente del Consejo de Ministros entre diciembre de 1919 y octubre de 1922. Ambos primos tenían visiones distintas del mundo, debido principalmente a su formación: mientras don Augusto había hecho fortuna a través de las finanzas, entrando a la vida política del brazo del civilismo de Manuel Candamo, don Germán había permanecido más cercano al mundo académico, ingresando a la política bajo la influencia de la prédica de González Prada.

El gabinete presidido por Germán Leguía y Martínez en 1921.
("El Perú en el primer Centenario de su Independencia", 1922)
Un contemporáneo diría: "Augusto B. Leguía era más dúctil, don Germán Leguía y Martínez, más intransigente. Augusto B., era más intuitivo; don Germán, más letrado. Augusto B., creía en la eficacia del perdón y eso lo perdió; don Germán, creía en la eficacia del castigo y eso lo perdió también. Augusto B., creía que nuestros males se deben a nuestro atraso, sin exculpar por cierto a los civilistas; don Germán, creía que toda la culpa de nuestros males la tienen los civilistas. Augusto B., creía que las reformas políticas, sociales y económicas requieren tiempo; don Germán creía, como Joaquín Capelo, en la necesidad de una política quirúrgica, inmediata y eficaz".

Caricatura en relación a la mano dura de don Germán como ministro de Gobierno.
(revista "Variedades", enero de 1921)

La mano dura de don Germán como ministro de Gobierno y Policía fue notable: violó las garantías individuales (como en el caso de los hábeas corpus interpuestos a favor de Luis Pardo y Barreda, y de Juan Durand), procedió a detener y desterrar opositores, convirtió la isla de San Lorenzo en prisión para los opositores, desacató las decisiones del Poder Judicial (motivando las protestas del presidente de la Corte Suprema, doctor Carlos Erausquin), impuso restricciones a la libertad de imprenta, avaló la expropiación del diario La Prensa. Sin embargo, su actitud resuelta atrajo la atención de sectores jóvenes que creyeron ver en el antiguo magistrado una diferencia con su primo, surgiendo así, el llamado “germancismo”, con el objetivo, ideario aparte, de consagrar a don Germán como sucesor de don Augusto en el sillón presidencial.
Dibujo de Raúl Vizcarra (1963) sobre el enfrentamiento entre don Germán y don Augusto.
(Archivo Histórico Riva-Agüero)
Valdría la pena analizar lo que significaba el “germancismo”. Quizá podríamos partir de las palabras de don Germán en un ágape ofrecido en su honor en diciembre de 1921: “Hasta ahora imperaron irrestrictos, los derechos del hombre: el individuo era todo; el Estado casi nada. En el día deben imperar, e imperan ante todo, los derechos de la colectividad: la Nación es la esencia; el individuo, lo accesorio; éste es casi nada; aquélla lo es todo. Instituciones y leyes; elementos y fuerzas; fines y medios: todo tiende a socializarse. El deber de los que gobiernan no está en tolerar las demasías de los menos, sino en contemplar y defender los intereses de los más”.

Don Germán terminó por ser víctima del equipo represor que había establecido y utilizado. Detenido en noviembre de 1923 junto con sus hijos Óscar y Jorge Guillermo, fue desterrado a Panamá; regresaría ya enfermo, falleciendo en noviembre de 1928. Con él, sin duda, se perdió una posibilidad interesante (no exenta de polémica) para convertir al leguiísmo en un movimiento más duradero, en vez de un empeño modernizador autoritario basado en la figura presidencial de don Augusto.


FUENTES CONSULTADAS.

  • Basadre Grohmann, Jorge (2005). Historia de la República del Perú 1822-1933 (tomo 14). Lima: Editora El Comercio.
  • Centurión González, Freddy (2020). Leguía antes de la vida política: 1863-1903. Chiclayo: Semanario Expresión.
  • González Prada, Adriana de (1947). Mi Manuel. Lima: Editorial Cultura Antártica.
  • Guerra Martiniere, Margarita (1994). "La República 1899-1948". En: Historia General del Perú (tomo VIII). Lima: Editorial Brasa.
  • Hooper López, René (1963). Leguía: ensayo biográfico. Lima: Ediciones Peruanas.
  • Paz-Soldán, Juan Pedro (1917). Diccionario biográfico de peruanos contemporáneos. Lima: Librería e Imprenta Gil.
  • Planas Silva, Pedro (1994). La república autocrática. Lima: Fundación Friedrich Ebert.
  • Porras Barrenechea, Raúl (1963). Fuentes históricas peruanas. Lima: Instituto Raúl Porras Barrenechea.
  • Ramos Nuñez, Carlos (2015). Ley y justicia en el Oncenio de Leguía. Lima: Fondo Editorial de la PUCP.
  • Schaedel, Richard (1988). La etnografía muchik en las fotografías de H. Brüning, 1886-1925. Lima: Ediciones COFIDE.
  • Tauro del Pino, Alberto (2001). Enciclopedia ilustrada del Perú. Lima: PEISA.

martes, 20 de septiembre de 2022

Bicentenario del Congreso de la República

Los inicios del parlamentarismo peruano.


El viernes 20 de septiembre de 1822, en una solemne ceremonia, el Protector San Martín instaló el Congreso Constituyente.
(pintura de Francisco González Gamarra)

Habiendo proclamado la independencia del Perú el 28 de julio de 1821 (aunque en rigor, sólo se controlaba los territorios de las antiguas intendencias de Trujillo y Lima, además de Jaén y la comandancia general de Maynas), el general José de San Martín resolvió asumir provisionalmente el mando del nuevo país con el título de Protector el 3 de agosto, estableciendo los primeros ministerios (Gobierno y Relaciones Exteriores, Guerra y Marina, y Hacienda y Comercio).


Retrato del general José de San Martín, protector del Perú entre agosto de 1821 y septiembre de 1822.
(Congreso de la República)
El 8 de octubre, el Protector promulgó un Estatuto Provisorio para delimitar sus atribuciones y garantizar el desenvolvimiento de las actividades cotidianas, asumiendo las atribuciones ejecutivas y legislativas, absteniéndose de entrometerse en los asuntos judiciales. El Estatuto fijaba su vigencia “hasta que se declare la independencia en todo el territorio del Perú, en cuyo caso se convocará inmediatamente un Congreso general que establezca la Constitución permanente y forma de Gobierno que regirá en el Estado”.

El contexto de la elección.


El 27 de diciembre de 1821, el Protector San Martín convocó a elecciones para un Congreso Constituyente, encargado de establecer la forma de gobierno del naciente Estado Peruano y de elaborar la Constitución “que mejor convenga al Perú según las circunstancias en que se hallan su territorio y población”, mismo que se reuniría el 1° de mayo de 1822. El decreto aclaraba que los poderes dados por los pueblos a los diputados, “se contraerán exclusivamente á estos objetos y serán nulos los que se excedan de ellos”. El decreto estableció, además, que se crearía una comisión para presentar un adecuado plan de elecciones y un proyecto de Constitución.
Por decreto del 27 de diciembre de 1821, el Protector San Martín convocó a elecciones para el que sería el primer Congreso peruano.
Sin embargo, como la comisión no logró presentar los proyectos esperados, el Supremo Delegado José Bernardo de Tagle, por decreto del 27 de abril de 1822, postergó la reunión del Congreso para el 28 de julio. Tampoco se pudo instalar el Congreso esa fecha, debido al retraso surgido por la entrevista de Guayaquil entre el Protector San Martín y el general Simón Bolívar, presidente de Colombia. El 19 de agosto, el Protector desembarcó en el Callao, enterándose de los sucesos acontecidos en su ausencia, especialmente la caída de su autoritario ministro de Gobierno y Relaciones Exteriores, Bernardo Monteagudo. San Martín, que venía decidido a retirarse del Perú tras su conversación con Bolívar, ratificó su decisión, y por decreto del 18 de septiembre, fijó la reunión del Congreso para el 20 de septiembre.
Decreto del 18 de septiembre de 1822.
Con anterioridad, el Supremo Delegado, por decreto del 15 de junio de 1822, y hasta que se construyese un edificio a propósito para las labores del Congreso, destinó a tal función el edificio de la Universidad de San Marcos, institución que se trasladaría provisionalmente al colegio de San Pedro.
Decreto del 15 de junio de 1822.
Al final, sobre la base de los datos poblacionales de 1797, se estableció que habría un diputado por cada 15 mil personas. La elección fue indirecta, y en el caso de las provincias aún dominadas por las fuerzas realistas, se optó por elegir diputados suplentes entre los nativos de esas provincias residentes en Lima. Fueron elegidos 79 congresistas propietarios y 38 suplentes. De los diputados electos, 14 eran extranjeros: nueve grancolombianos, tres rioplatenses, un chileno y un altoperuano. La mayor parte de representantes fueron abogados y eclesiásticos, con reducido número de militares.

Justo Figuerola y Estrada, lambayecano de nacimiento, catedrático en San Marcos, llegó a presidir los tres poderes del Estado, en diferentes momentos de la historia republicana. Falleció en Lima en mayo de 1854.
(colección del autor)
Por el departamento de Trujillo, fueron elegidos 15 diputados titulares y 7 suplentes. Representaron al partido de Lambayeque, los abogados Justo Figuerola y Estrada, Mariano Quesada y Valiente, y Pedro Antonio López Vidaurre; los dos primeros como titulares, el último como suplente. Ninguno estuvo presente en la sesión inaugural del 20 de septiembre de 1822, incorporándose al Congreso en los siguientes días: Figuerola el 17 de octubre y Quesada el 15 de noviembre.
El doctor Mariano Quesada y Valiente, de importante actuación en el movimiento lambayecano de 1820, fue elegido diputado en el primer Congreso Constituyente. Falleció en Trujillo en octubre de 1845.
(Archivo Regional de Lambayeque)

La instalación del Congreso.


El viernes 20 de septiembre de 1822, los 51 diputados que se encontraban en Lima, se dirigieron al antiguo Palacio virreinal. Luego, acompañados por el Protector, se dirigieron a la Catedral donde escucharon la misa de acción de gracias a cargo del deán Francisco Javier de Echagüe, quien exhortó a los diputados sobre el rol de la fe y el juramento que prestarían. Tras el sermón, el ministro de Gobierno y Relaciones Exteriores, Francisco Valdivieso leyó la fórmula del juramento: “¿Juráis conservar la santa religión católica, apostólica, romana, como propia del Estado; mantener en su integridad el Perú; no omitir medio para libertarlo de sus opresores; desempeñar, fiel y legalmente, los poderes que os han confiado los pueblos; y llenar los altos fines para que habéis sido convocados?”. Los diputados juraron, después de lo cual, pasaron de dos en dos a tocar las Sagradas Escrituras. Para finalizar el acto, el Protector San Martín añadió: “Si cumpliereis lo que habéis jurado, Dios os premie; y, si no, Él y la Patria os lo demanden”.

Edificio donde funcionaba la Universidad de San Marcos, donde sesionó el primer Congreso peruano, y donde hoy se levanta el Palacio Legislativo.
(Universidad Nacional Mayor de San Marcos)
A continuación se entonó el tedeum, mientras en la plaza mayor, la artillería saludó con una salva de 22 cañonazos, repetidos en el Callao por los cañones de la fortaleza del Real Felipe y los buques de la escuadra. Culminada la ceremonia en la Catedral, la comitiva se dirigió al local de la Universidad de San Marcos, situada en la plaza de la Inquisición, en medio del repicar de las campanas de la ciudad y de la lluvia de flores desde los balcones. La tropa apostada en el trayecto presentó armas a los representantes.

La dimisión de San Martín.


Dentro de la capilla de la Universidad, el Protector se sentó bajo el dosel central, en compañía del coronel Guido, ministro de Guerra, y del doctor Valdivieso, ministro de Gobierno, y aguardó a que los 51 diputados ocupasen sus asientos. Solemnemente, el Protector se desprendió de la banda bicolor que cruzaba su pecho, y la depositó en la mesa: “Al deponer la insignia que caracteriza al Jefe Supremo del Perú, no hago sino cumplir con mis deberes y con los votos de mi corazón. Si algo tienen que agradecerme los peruanos, es el ejercicio del supremo poder, que el imperio de las circunstancias me hizo obtener. Hoy, que, felizmente, lo dimito, yo pido al Ser Supremo el acierto, las luces y el tino que esta asamblea necesita para hacer la felicidad de sus representados”, y añadió con voz potente: “¡Peruanos: desde este momento queda instalado el Congreso Soberano, y el pueblo reasume el poder supremo en todas sus partes!”.

Tras unos instantes de silencio, desde las galerías se escuchó un “¡Viva el Libertador del Perú!”, grito coreado por la concurrencia, mientras el general San Martín depositaba seis pliegos lacrados en la mesa, y salía de la sala, acompañado por sus exministros y seis diputados. En la calesa palaciega, San Martín se dirigió a Palacio de Gobierno por última ocasión, recogió sus papeles y objetos personales, y se dirigió al pueblo de la Magdalena.
Proclama de despedida del general San Martín.

La primera sesión del Congreso.


Mientras San Martín se alejaba de la plaza de la Inquisición, el Congreso procedió, a propuesta del doctor Francisco Javier Mariátegui, a instalar una mesa momentánea para presidir el Congreso hasta elegir la mesa definitiva. Por aclamación, se designó al viejo maestro de San Carlos, Toribio Rodríguez de Mendoza, y al vehemente “solitario de Sayán”, José Faustino Sánchez Carrión, como presidente y secretario, respectivamente. Por 48 votos, se eligió presidente del Congreso al sacerdote Francisco Javier de Luna Pizarro, vicepresidente al conde de Vistaflorida, Manuel Salazar y Baquíjano, y como secretarios a Sánchez Carrión y a Mariátegui.
Acta de la primera sesión del primer Congreso peruano.
(Archivo del Congreso de la República)
Ya en la curul de la presidencia, Luna Pizarro se puso de pie y proclamó: “El Congreso Constituyente del Perú queda solemnemente constituido e instalado; la soberanía reside en la Nación, y su ejercicio, en el Congreso, que legítimamente la representa”. A continuación, se abrieron los pliegos dejados por el Protector, y tras su lectura, impuestos de su retiro, se propuso (y se aprobó) declarar al general San Martín generalísimo de las armas del Perú, al mando de las fuerzas militares, además de brindársele un voto de gracias por sus eminentes servicios a la Nación.

Finalmente, a propuesta del poeta José Joaquín de Olmedo, se ratificó la declaración de independencia. Los diputados, en medio de una lluvia de aplausos, renovaron el juramento de hacer que el Perú fuese libre, y quedase emancipado de la dominación española, así como de la de cualquier otra nación extranjera. A las cinco de la tarde, Luna Pizarro levantó la sesión, citando a los diputados para otra sesión a las siete de la noche, ese mismo día; en esa sesión, impuestos los diputados de la respuesta del general San Martín agradeciendo el título de Generalísimo, pero renunciando al mando de las fuerzas militares, se insistió en un nuevo oficio que saldría tarde, pues a las diez de la noche, el ex Protector abordaba el bergantín Belgrano. Se alejaba del Perú para siempre.

Con la salida de San Martín, concluía una administración que buscó garantizar la institucionalidad necesaria para construir un nuevo estado en medio de una situación inestable; la construcción aún era frágil, y el Protector lo intuía al invocar a la unión en su proclama de despedida. Sin embargo, los congresistas de 1822, animados por las ideas liberales opuestas a la concentración del poder, optaron (en palabras del diputado Mariano José de Arce) por considerar que “el Congreso debe retener cuanta autoridad sea dable, para hacer cumplir sus determinaciones y corriendo el riesgo de que un ejecutivo extraño aislado y separado de él, aunque hechura suya, le pueda formar un partido de oposición, como lo hizo una de las Regencias con las cortes de Cádiz”. Tal decisión tendría consecuencias en una equivoca aplicación de la división de poderes, y daría pie a golpes de Estado que darían más atribuciones al Ejecutivo. No es de sorprender que Nemesio Vargas, apuntase en 1906: "El primer congreso del Perú fué una imagen fiel de lo que serían los posteriores, es decir, una agrupación de aspirantes políticos en la que sobresalían algunos; inconscientes de su alta misión; entidades parlamentarias nulas; con pretensiones de grandes oradores; incapaces de valer por sí mismos con raras excepciones; sin más importancia que la del puesto, ni otra malicia que la de hacer pagar bien sus servicios al Estado".

FUENTES CONSULTADAS.

  • Basadre Grohmann, Jorge (2005). Historia de la República del Perú 1822-1933 (tomo 1). Lima: Editora El Comercio.
  • Colección Documental de la Independencia del Perú (1973-1975). Primer Congreso Constituyente (3 volúmenes). Lima: Comisión Nacional del Sesquicentenario de la Independencia del Perú.
  • D'Medina, Eugenio (2019). Faustino. Pragmatismo y utopía en el republicanismo liberal de Sánchez Carrión. Lima: Fondo Editorial del Congreso del Perú.
  • Gálvez, José Francisco (2002). La política como pasión. Breve historia del Congreso de la República (1822-1968). Lima: Fondo Editorial del Congreso del Perú.
  • Leguía y Martínez, Germán (1972). Historia de la Emancipación del Perú: el Protectorado. Lima: Comisión Nacional del Sesquicentenario de la Independencia del Perú.
  • Mazzeo, Cristina (2019). Francisco Javier Mariátegui. Liberal, constitucionalista y republicano (1793-1884). Lima: Fondo Editorial del Congreso del Perú.
  • Obin, M. J. y Aranda, R. (1895). Anales parlamentarios del Perú. Lima: Imprenta del Estado.
  • Paniagua, Valentín (2003). Los orígenes del gobierno representativo en el Perú. Las elecciones (1809-1826). Lima: Fondo Editorial de la PUCP - Fondo de Cultura Económica.
  • Vargas, Manuel Nemesio (1906). Historia del Perú independiente (tomo II). Lima: Imprenta de La Abeja.
  • Vargas Ugarte, Rubén (1971). Historia general del Perú (tomo VI). Lima: Editorial Milla Bartres.
  • Villanueva, Carmen (2016). Francisco Javier de Luna Pizarro: parlamentario y primer Presidente del Congreso Peruano. Lima: Fondo Editorial del Congreso del Perú.